De los arcaísmos a los cybertérminos, nuestra habla se encuentra en un constante proceso de evolución. ¿Pero estamos renovándonos o por el contrario tendemos a la pobreza expresiva? los cambios de letras, el uso del infinitivo por el gerundio, la confusión en las formas verbales y el ingenio a la hora de instaurar expresiones nuevas son síntomas irrefutables de que el idioma español está despierto y en estado dinámico. ¿Pero todos estos cambios son saludables o se está deteriorando nuestra lengua? ¿Acaso tanto vocablo no refleja una alarmante pobreza expresiva?
De lo flexible de nuestra habla han surgido muchos términos nuevos y múltiples derivados de nombres propios que tal vez nunca lleguemos a ver en un diccionario, pero si recogidos por diccionarios de nuevo puño. De esta manera se han formado las lenguas, aunque sus aciertos se mezclen con disparates a veces persistentes. Los académicos coinciden en que el dinamismo es conveniente, pero se resignan a que en cada época surjan cursilerías y pedanterías de duración variable. Así como la moda cambia con el tiempo, de alguna manera el lenguaje también.
Por supuesto que los cambios idiomáticos se viven y se sienten de forma distinta en los diferentes países hispanohablantes, por ejemplo en la península ibérica están desapareciendo los diminutivos, como pueblecito, casita o niñito. Tal vez por el poderoso influjo el del francés, se han sustituido por pueblo pequeño, casa pequeña o niño pequeño.
La trasformación del lenguaje también tiene muchas ventajas
No vamos a estar de duelo por las tradiciones perdidas, lo mejor es reconocer su existencias, considerando las innumerables ventajas que el fenómeno conlleva, trataremos de aprovecharlas sin menoscabo de la propia identidad.
Por más dolores de cabeza que esto acarree a la RAE, nuestro idioma se forma es en la calle, lo deciden sus gentes y sus escritores creando nuevas palabras y significaciones.
Los medios de comunicación y su papel en este fenómeno
La informática ha puesto en uso un nuevo lenguaje cargado de neologismos y giros lingüísticos como fax, internet o escáner. Tal colonización cuenta incluso con el respaldo de la RAE, puesto que el español carece de palabras que designen estas nuevas realidades tecnológicas. Lo grave en realidad es que de estos vocablos surjan todo tipo de derivaciones como faxear, faxeando, o chatear.
Las traducciones y los doblajes también introducen términos foráneos que pueden en ocasiones o incluso maltratar el idioma.
Por último y no menos importante están los medios de comunicación, los cuales a través de bienes de consumo y servicios inundan el sector de la publicidad y atentan contra el idioma. Solo hace falta echar una ojeada a la tv o a los periódicos lo cual no demuestra que los remilgos a la hora de hablar y los deseos de ser políticamente correctos se sustituyen por expresiones para parecer menos fuertes.