La procesionaria del roble (Thaumetopoea processionea) es una especie invasora que tiene consecuencias para la salud de los árboles, los seres humanos y los animales. Originaria del centro y sur de Europa, esta plaga ha sido identificada en Londres y se reproduce en los robles del oeste y sur de Londres.
Recibe su nombre común de la llamativa costumbre de sus orugas de formar largas filas, o «procesiones», en los árboles y otros sustratos. La zona afectada por la procesionaria del roble crece constantemente.
Precauciones con la procesionaria del roble
No se debe intentar manipular las larvas de las orugas procesionarias del roble por sí mismo, o perturbar sus nidos. Puesto que las orugas tienen pelos irritantes que llevan una toxina que puede ser soplada por el viento y causar una grave irritación en la piel, los ojos y los bronquios de los seres humanos y animales. Se consideran un importante problema de salud. Además, las procesionarias en perros son especialmente peligrosas.
La Comisión Forestal de Reino Unido anunció en 2011 que ya no es posible erradicar el brote del oeste y suroeste de Londres y el objetivo actual es prevenir o frenar su propagación para mantener su población lo más baja posible. Esta política con las procesionarias del roble ha sido emulada también por otros países de Europa Central.
Efecto en los árboles
Se reproduce una generación de procesionarias del roble por año. Las orugas eclosionan en primavera y pasan por varias etapas, eventualmente desarrollando los pelos irritantes. Las orugas descienden por debajo del árbol a medida que se desarrollan, despojando al árbol de sus hojas a medida que avanzan, dejándolo vulnerable y debilitado.
En verano, se retiran a los nidos y pupan. Las polillas adultas emergen a finales del verano, viviendo sólo cuatro días para aparearse. La hembra pone sus huevos fecundados en lo alto del dosel del árbol y el ciclo comienza de nuevo.
Medidas tomadas
Para combatir la propagación e introducción de plagas y enfermedades como la procesionaria del roble se ha desarrollado un plan de garantía de origen y cultivo en el Reino Unido e Irlanda para asegurarse de que todos los árboles plantados y vendidos son producidos en el propio país.
Además, el gobierno ha sido presionado para establecer una bioseguridad más estricta en los puntos fronterizos.